EL CONDE DE BENSIGNOR

Hacía rato que el sol brillaba como se debe.

El conde de Bensignor pidió disculpas para ir al "toilette", así pronunciado. Supo que no era de buen gusto abandonar por un rato su papel de anfitrión, pero la necesidad lo apremiaba.

Abrió la puerta del pequeño bañito del yate y solucionó lo que tanto le molestaba. Era su peluquín, importado de Laos, que se asía fuertemente a la cabeza con unos broches. Los ganchos eran dolorosos y el conde tenía la sensación de que le estaban oxidando el cerebro. Cada tanto iba al baño y se los aflojaba un poco. Limpió con un pañuelo algo sucio las manchas de óxido y sangre que los ganchos le dejaban en la calva y decidió aflojar un poco esas torturantes llaves.

Por lo demás, la parte externa del bisoñé no se llevaba las palmas de la originalidad. Color naranja y coronado por un enorme jopo, contrastaba con las verdaderas patillas y pelo grises de la nuca que asomaban por debajo. Los falsos pelos se arremolinaban por bloques. Era una construcción cuidadosamente estudiada, un orgullo de la tecnología laosiana, casi una obra sublime: insensible al viento, sumergible en agua, resistente al fuego, higienizable con shampoo y adaptable al peine. Y sólo le había salido 34 dólares. ¿Qué defecto podía tener?

-Disculpen la demora, ¿periodistas de dónde me dijeron que eran?

-Yo soy periodista y mi compañero, ese que tiene la cámara, es fotógrafo de la revista "Paris Match"

-¡Ah sí! Mi señora la lee...la hojea, porque la Encarna no sabe un coño, perdón, una pepa de francés.

-Le damos libertad de coño, conde.

El conde rió, sintiendo que podría aflojarse un poco más. Su cuerpote obeso aunque corpulento se agitaba al ritmo de sus propias carcajadas. Cuando se enteró que la sección de "Ricos & famosos" de una revista francesa lo quería entrevistar dijo que sí de inmediato. Aunque no era lo que había soñado, se acercaba bastante. Él quería que lo vinieran a entrevistar de la "Hola", que se leía en su barrio, que la leía su madre y que la leían todos sus amigos de la infancia, cuando en esas calles de Bilbao le tiraban latas y le gritaban "Gordo Matatripas", solamente porque un día se lo dijo un chico y vieron que le molestaba, entonces, pues que de eso se trataba, a joder al "Gordo Matatripas". ¡Gordo matatripas, gordo matatripas!.

-¡No!- gritó el conde de Bensignor

-Bueno...-dijo Botella, el fotógrafo- si no quiere, no diga coño. O si quiere digalo y nosotros no lo ponemos en la entrevista. Además, ¿cómo se dice 'coño' en francés?

Pero Fermín Osuna, alias conde de Bensignor no le prestaba atención, seguía enfrascado en lo suyo y Mario lo notaba. Prefirió esperar a que los ojos del representante de la nobleza dejaran de mirar a la nada para poder empezar la entrevista.

Fermín recordaba que empezó arreglándole los zapatos a su mamá, casi para aliviarle un poco todo el trabajo de la casa. El padre era un borracho consumado y él era el mayor de seis hermanos. Que la madre lo felicitara cuando vio los zapatos lustrados y arreglados a nuevo fue el mejor estímulo. Los elogios a los que estaba acostumbrado eran "buenoparanada", "manotas" y el ya conocido "gordo matatripas".

De los zapatos de su madre, a los de sus tías y a lo de las madres de sus compañeros de colegio. De "gordo matatripas" pasó a ser "marica irredimible", pero ahí él ya sabía que era la envidia de que las madres de sus amigos lo pusieran como ejemplo.

Tímidamente un día empezó a mostrar sus propios diseños, que había hecho con material sobrante. Esos primeros zapatos fueron algo toscos, casi sandalias mal terminadas. Pero Fermín no se rindió. De ahí a la fábrica de calzado más importante de Bilbao hubo un paso. Y de ése lugar a la compra del título de nobleza, otro. En menos de treinta años, Fermín Osuna pasó de arreglar zapatos a detentar el imperio más importante de la marroquinería en España. Ya no era Fermín Osuna más que para esos niños malcriados y haraganes de Bilbao. Ahora todos lo llamarían "conde de Bensignor".

-Sí...me decía...

-Le decía que quiero empezar con el reportaje

-Ah, sí, sí, que para eso han venio ¿no?, jo.

-¿Como es un día en la vida del "conde de Bensignor"?

-Por la mañana tomo mi baño de sales minerales, ando un poco a caballo y practico esgrima

-¿Y por la tarde?

-Jo, se me acabaron las actividades de status que me conocía.

Mario Mactas y su compañero Botella se miraron con fastidio. Ya se sabían de memoria eso de que "no por rico, astuto", pero la seguidilla de nuevos ricos estaba cansándoles. No tanto a Botella, que a los sumo tenía que intentar que no se vieran las arrugas o las manchas de tuco de los sacos sport, como a Mario, monárquico desde la infancia y que le tocaba encontrarse con tipos que de corona, solo la del tercer molar de abajo.

La sección "Ricos & famosos" era para él. Y supo hacer méritos para ganarla y mantenerla. Le daba esa justa mezcla de charme e ironía que sólo los periodistas en serio logran balancear. Pero no era lo mismo el príncipe Rainiero que estos ricos de pacotilla a los que con muuuucha paciencia había que decirles que no importaba nada que ellos siguiesen jugando al billar con sus amigos en la tasca del pueblo, que para eso estaban los periodistas, que a él no tenía que engañarlo con sesiones de equitación o imaginarios encuentros con pares de la nobleza. Si el gallego había hecho su fortuna clavando tacos ¿para qué quería aprender a hablar francés, además de para leer 'Paris Match', si sabía que por más que pusiese al Sarmiento franchute a darle clases no iba a superar la primera lección?.

Pero Mario no se quejó. Cada vez que tenía esos ataques, optaba por aspirar hondo. Ahí se acordaba que estaba vivo, que estaba en España, que amaba a ese país, que el sol brillaba como era debido, que el aire que entraba por sus pulmones era el del Mediterráneo, que comía caliente, que bebía los mejores vinos, que amaba bellas mujeres. Cuando largaba el aire que había acumulado en los pulmones, se veía como un suspiro. Pero un "bon vivant" no sabe de melancolías. Eso es para el que se va achacando. El que sabe vivir no necesita recordar un buen momento si el que está viviendo es el mejor.

-Y dígame, buen hombre, ¿cuánto sabe usted de navegación?

-Saber, saber. Vosotros los periodistas todo lo medís por la sapiencia. ¿Acaso Einstein no descubrió la ley de gravedad cuando le cayó una manzana en la cabeza? Ahí tienes tú tu ciencia.

-Me dejó impactado con su lección de vida

-Ahí tienes. ¿Ves? Yo no he estudiado nada y sin embargo le estoy explicando a un periodista lecciones de Física. ¿No te digo que el mundo está como está porque los que lo gobiernan no saben hacerlo?

-Sabias palabras, conde

Después, en la nota, Mario pondría en boca del conde del Peluquín alguna frase propia, pero no demasiado, para que hasta el mismo noble creyera que había salido de sus labios, le daría una vida de alta sociedad tan falsa como la del resto de los "millonarios truchos" y regaría todo con fotos de él y su señora esposa, una joven espectacular que tenía una sonda conectada al bolsillo de don Fermín.

-Lindo peinado -mintió Mario

-Lo sé, lo sé- se envaneció el conde- y mira, no se mueve ni un pelo con el viento -y comenzó a agitar su cabeza. Pero el movimiento no movió un pelo, sino todos. El peluquín se desprendió de su cabeza. Y allí fue la maravilla laosiana, arrastrada por un viento traicionero, a contaminar las aguas del Mediterráneo. El alarido de Encarna tapó las carcajadas de Mario y Botella. La pelada al sol mostraba los dibujos que el óxido mezclado con la sangre había dejado en su cabeza.

-Si el peinado era lindo, más lindo aún es su tatuaje, conde -vociferó Mario entre risas, sin preocuparse por si el comentario le depararía el desempleo, como cuando visitó la casa de un millonario en Marbella y estuvo a punto de quedarse en la calle por un comentario fuera de lugar.

Esa vez la idea era mostrar al entrevistado y a su casa. Una casa de las de verdad, armada con buen gusto y con la luz adecuada. Una casa en la que se notaba que había mucho dinero sin que hubiera ostentación.

Pero el reporteado no dejaba de atender el teléfono. Y eso a Mario le parecía una falta de respeto que se coronó cuando el Rico & Famoso comenzó a hablar de "borrar" y "operación" delante de él.

-No quiero ser cómplice de nada. Cuando termine de "borrar" me avisa, yo vuelvo y seguimos con la entrevista.

La entrevista salió, y años después sería republicada por varias revistas, cuando Monser Al Kassar fue sindicado como principal sospechoso por el atentado a la Embajada de Israel en la Argentina. Se trataba de su casa.

Mario se bajó del yate y le preguntó a Botella si tenía fotos del tipo con y sin el peluquín.

-Sí ¿por?

-Quién sabe. Quizás podamos venderlas a alguna Clínica de recuperación capilar para el "antes" y el "después".

Definitivamente el sol brillaba como era debido. En el Mediterráneo.